Un castillo de cuento de hadas, una fuente en el jardín de un palacio: cuando vemos las fotos de algunas realizaciones nos da la sensación de que ya lo hemos visto en alguna parte.
Sí, ¿Pero dónde? Y, sobre todo, ¿cuándo?
Nos hemos criado entre libros de cuentos y películas de animación en la televisión, hemos almacenado casi inconscientemente un repertorio de imágenes de príncipes, dragones, castillos y palacios: son precisamente estas reminiscencias las que se despiertan en nosotros al observar ciertas fotos. Proponemos entonces cinco fotos que nos dieron el pretexto para una incursión en muchas de estas fábulas de nuestra infancia.
Si la historia contiene detalles que no recordabas, no te preocupes, no es tu memoria la que te juega malas pasadas, es una ligera reinterpretación sobre la luz...de la luz, por supuesto :)
El baile en el palacio del príncipe
Cenicienta dio las gracias al hada, se subió al carruaje y partió feliz hacia el palacio. Cuando entró en el salón de baile, el príncipe, más que nadie, quedó hechizado e invitó a Cenicienta a bailar. El príncipe y Cenicienta ya no se separaron en toda la noche.
Bailaban solos, en la terraza abrazada por la luz de los perfiles Trevi, que seguían el contorno de la balaustrada con amplias emisiones aislando aquel lugar y a los dos enamorados en una dimensión encantada y fuera del tiempo.
Pero en un santiamén, el reloj de la torre dio la primera campanada de medianoche...
La sabiduría de la Abuela Sauce
“Pero, Abuela Sauce, ¿cómo voy a encontrar mi camino?”
[...]
“Escucha a los espíritus que están por todas partes, a tu alrededor, hija mía. Viven en la tierra, en el agua y en el cielo. Si los escuchas, te guiarán”.
"Siento el viento".
“Sí. ¿Qué te dice?".
"No entiendo".
[...]
“Tu corazón lo sabe… y así lo entenderás. Déjate llevar, como la ola hace con el mar”.
Pocahontas permaneció en silencio, escuchando, apoyada en el tronco de la Abuela Sauce. Observaba de abajo hacia arriba la imponente copa, iluminada en toda su amplitud por la acción de cuatro uplights, y se sentía envuelta y protegida. La luz reverberaba sobre las hojas que, movidas ligeramente por el viento, asumían realmente la forma de espíritus guías en el acto de susurrarle una profunda verdad.
Sueños de libertad en el palacio del Sultán
“¡Tesoro, tienes que dejar de rechazar a todo pretendiente que llegue al palacio! La ley dice que debes casarte con un príncipe”. [...]
“Padre, si me caso, quiero que sea por amor. [...] Así que por favor, intenta entenderme. Nunca he hecho nada sola. Nunca he tenido un amigo de verdad. ¡Nunca he salido de los muros de este palacio!”
Jasmine estaba sentada en el borde de la fuente y con los dedos dibujaba círculos en el agua, coloreada de un azul intenso por la luz RGBW de los proyectores sumergidos en la gran pila de agua. Absorta en sus pensamientos, observaba fijamente las emisiones luminosas dirigidas hacia el centro de la fuente que ritmaban el espejo de agua como rayos solares. El color del azul se difuminaba lentamente hacia los tonos del azul para después volver al azul.
"¡Pero Jasmine, eres una princesa!"
“Bueno, entonces tal vez ya no quiera ser una princesa”.
Con un gesto brusco sumergió toda la mano en el agua. Las salpicaduras y el ruido producidos asustaron a los pájaros apoyados en las ramas de un árbol cercano: en un instante alzaron todos juntos el vuelo. Jasmine se quedó observando su ascenso hacia la libertad.
Una cena para dos
“¡Aquí tienes, los mejores espaguetis de la ciudad!”
Tony puso el plato de espaguetis y albóndigas en el centro de la mesa preparada para dos y se despidió dejando solos a Reina y Golfo.
La lámpara suspendida sobre la mesa, que Tony había querido pintar de rojo como símbolo del amor de las parejas que cenaban en su restaurante, emitía una luz cálida y suave de emisión amplia, que los envolvía a los dos transportándolos a una dimensión íntima y romántica.
Los ojos de Golfo se perdían en los grandes ojos de Reina, que a su vez lo observaba sonriendo: aún no se habían dado cuenta de que los espaguetis que estaban comiendo no eran más que los dos extremos del mismo...
El mundo bajo el agua
“Ariel, escucha: el mundo de los humanos es un desastre. La vida bajo el mar es mejor ¡que todo lo que tienen allí arriba!”
y con un amplio gesto Sebastián señaló las maravillas del mundo sumergido: los bancos de peces de colores, los corales, las algas, las estrellas de mar.
La mirada de Ariel volvió a dirigirse hacia la superficie con aire de ensueño. Claro, reflexionó Ariel para sí mismo, la belleza de la naturaleza es inigualable, pero los seres humanos se las han ingeniado para imitar su creatividad.
La Sirenita pensó de nuevo en lo que le había impresionado, aquella noche, del mundo humano en la superficie. Una escalera se sumergía en una pila llena de agua y unos pequeños aparatos empotrados en cada escalón emanaban una luz que le recordaba a los rayos solares, cuando llegaban directamente al fondo del mar, iluminando a sus habitantes como actores en un escenario.