¡Giro argumental! Cuando la luz entra en escena

Estaba sentado en un banco frío esperando el tren a Nueva York y fue entonces cuando la volví a ver, la chica del paraguas de colores.

No tuve tiempo de pensar en la afortunada coincidencia de haberme cruzado de nuevo en su camino en una ciudad de 8 millones de habitantes, que ya ella salía a toda prisa de la estación. Salté del banco y corrí para reunirme con ella. Le toqué el brazo, ella se volvió y me ofreció cobijo bajo su paraguas.

"Eres la excompañera de piso de Cindy, ¿verdad?", le dije.
“Sí, y tú trabajas en la universidad a la que fui yo también”.
"Una vez" —dije— "Tenía un paraguas idéntico a este y estoy casi segura de que lo dejé..." No me dio tiempo a terminar la frase. “En el día de San Patricio y pensaste que nunca lo volverías a ver”, me interrumpió, “Es extraño cómo al final las cosas... se encuentran”.

Chicos, poco a poco me di cuenta de que el destino se había burlado de mí. Vuestra madre y yo nos habíamos cruzado tantas veces que podríamos habernos conocido hacía varios años, pero ella decidió esperar hasta esa tarde lluviosa para encontrarnos.

Nuestro protagonista nunca habría conocido a la mujer de su vida si el espacio frente al banco donde estaba sentado no hubiera estado bien iluminado por la óptica asimétrica de un aplique capaz de dirigir la emisión directamente al suelo.
Y como en nuestra historia “la culpa fue del paraguas”, un proyector con una lente muy estrecha de 6° lo ilumina puntualmente para ponerlo en el centro de la escena como un actor de teatro.

En el barrio residencial fuera del centro, donde vivía hasta hace cuatro días, el césped de las casas siempre era de un verde vivo, las vallas blancas, los rosales bien cuidados y los vecinos recibían a los nuevos habitantes con tartas de aroma tentador.

Una imagen perfecta, diríais. Sin embargo, no habéis observado cuidadosamente.
Sí, porque si os hubierais parado a rascar un poco la pátina brillante de la superficie, habríais descubierto verdades que nunca habríais imaginado.

Habríais descubierto que todos los vecinos, todos, sin excepción, tenían un secreto. Un turbio secreto que cada mañana, mientras paseaban al perro con la correa, intentaban esconder tras una sonrisa, un gesto de la mano y una banalidad sobre el clima. Yo también lo hacía, hasta ayer. Una pregunta habría surgido espontáneamente si hubierais descubierto lo que me pasó: ¿de verdad cuánto quería saber sobre mis vecinos?

La luz de los perfiles empotrados en el suelo se eleva rozando las paredes exteriores de la casa y al hacerlo revela gradualmente la textura y las irregularidades de la piedra oscura. Como quien observa atentamente un cuadro aparentemente idílico y poco a poco comienza a notar una anomalía, un detalle que no cuadra. Una sombra se desliza, la percepción de la superficie que creíamos brillante cambia, irremediablemente.

Con los años, el viejo sofá de la cafetería se convirtió en una extensión de sus hogares: un lugar de confidencias, lágrimas, risas y sesiones de psicoterapia, todo acompañado por una gran cantidad de cafeína.

Mónica, Phoebe, Chandler y Joey escuchaban a un abatido Ross hablar sobre su matrimonio que acababa de terminar.

“Ross, vamos, eres soltero, diviértete”, intentó animarlo Joey.
“A mí nunca me ha gustado estar soltero, entiendes, solo quiero es volver a casarme lo antes posible”.

¡Bam! La puerta de la cafetería se abrió y en el umbral apareció Rachel envuelta en un voluminoso vestido de novia. Se dirigió directamente al sofá, mientras sus amigas se miraban incrédulas, ciertas coincidencias del destino son realmente increíbles.

"¡Mónica, gracias a Dios, por fin te encuentro!" .
"Chicos, esta es Rachel, una antigua amiga del colegio", dijo Mónica haciendo las presentaciones, "y, ¿te acuerdas de mi hermano Ross?".
"¡Claro! ¡Cuanto tiempo, Ross!”, exclamó Rachel, tendiéndole la mano. Ross se puso rojo y tartamudeó algo incomprensible.


Todo empezó así, en el sofá un poco destartalado de una cafetería acogedora y confortable con la luz RGB de los perfiles lineales de las paredes que las colorea de forma cambiante, a veces con tonos cálidos que favorecen las confidencias, otras veces con tonos vivos y alegres. Una alternancia de escenarios como la vida, en la que la única constante es que quien te escucha, mientras sostiene una humeante taza de café, “[siempre] estará ahí para ti”.

La luz de la bicicleta de Will parpadeó débilmente antes de apagarse por completo y, casi en el mismo instante, un relámpago atravesó la oscuridad de la tarde en la que estaba inmerso el bosque no muy lejos de su casa.
Y en ese segundo de luz, Will vislumbró algo terrible.

El susto le hizo perder el equilibrio, se salió de la carretera y cayó al césped. Tiró la bicicleta pensando solo en correr y ponerse a salvo dentro de la casa o en el cuarto de herramientas, cualquier lugar hubiera estado bien, bastaba escapar de esa… presencia.

La bicicleta fue la única prueba de que algo aterrador había sucedido. Will se esfumó en el aire en una noche oscura de noviembre de 1983.

Como era de esperar, los eventos de esa noche ocurrieron en el mismo espacio donde terminaba el área residencial y comenzaba el área de laboratorio secreto militar. Las investigaciones habían continuado durante todo el día y ahora el bosque volvía a estar envuelto en la oscuridad, los patrulleros avanzaban en fila tomando como referencia las plantas y el follaje iluminados por proyectores aptos para grandes espacios al aire libre y fijados con piquetas al terreno en la orilla del lago.

Mientras tanto, en la comisaría, la emisión estrechísima de un aplique enmarcaba la bicicleta de Will desde una posición muy alta. Su madre la miraba fijamente, respondiendo a las preguntas del sheriff con monosílabos.

Aquí están todas las soluciones:

1. How I Met Your Mother (2005–2014)
2. Desperate Housewives (2004–2012)
3. Friends (1994–2004)
4. Stranger Things (2016–)