Hay historias de arquitecturas y empresas, historias de grandes proyectos futuristas y de nuevos materiales ultratecnológicos que brillan bajo los flashes de las inauguraciones.
Luego, hay historias de arquitectura y gente, de vocaciones que se transmiten de generación en generación, de reformas lentas, de grandes esfuerzos y de pequeños pedazos de memoria que hay que recoser.
En Sicilia, la recuperación de una iglesia de 1441 nos lleva inevitablemente por la pista del segundo sabor arquitectónico, aún más auténtico gracias a los valores familiares que se entrelazan en un diseño perfecto y exquisitamente italiano.
La historia
En 1943, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial también afectaron a la iglesia de San Giovannello, ubicada en una calle estrecha un poco más allá del centro de Marsala; las bombas demolieron la zona del ábside, dejando la iglesia sin techo y sin la mayor parte de las paredes perimetrales. El interior de la iglesia quedó expuesto, que era una reforma barroca: dos capillas excavadas en el espesor de las paredes y las cornisas sobre los sextos típicos del barroco siciliano.
Las obras de recuperación comenzaron en los años cincuenta, bajo la dirección del arquitecto de Marsala Domenico Nuzzo, conocido como Mimì, que se concentró en el portal de estilo chiaramontano, una corriente del arte gótico desarrollado en Sicilia durante el siglo XIV, que incluye aplicaciones en piedra con motivos de zigzag en los arcos apuntados.
Mimì utiliza una pintura roja para numerar los distintos bloques de piedra que formaban el arco; esta numeración serviría para reubicar los bloques de piedra con la secuencia correcta.
Las obras se interrumpen, pasan muchos años, el caso de demasiadas historias italianas, incluso en la actualidad.
En 2018, el Arq. Giovanni Nuzzo recibe el encargo por parte del Ayuntamietno de Marsala de completar el proyecto iniciado por su padre; lleva a cabo los análisis estructurales y del estado de conservación y cuenta con la colaboración de la tercera generación: su hijo Domenico.
Además de la misión familiar que sienten que es suya, los dos arquitectos quieren reconstruir los eslabones rotos del tejido urbano y dar un nuevo comienzo a este espacio, abandonado a la merced de la desidia y de la maleza. Sueñan con destinar este espacio a eventos socioculturales.
El arco de entrada
Volvemos a empezar desde el arco de entrada, la parte más distintiva y, lamentablemente, también la más comprometida: a los daños del bombardeo se sumaron las consecuencias de los agentes externos; la restauración de los elementos existentes no habría sido suficiente, es necesaria una reconstrucción parcial.
Deciden poner en práctica la antigua técnica de la fundición a la cera perdida, tan fascinante como compleja, que prevé, entre las distintas fases, el molde de escayola de la piedra que constituye el portal y la fundición del bronce estatuario que se realiza a una temperatura de aproximadamente 1200 °C. Esta reconstrucción permite integrar la pieza que falta con una intervención sólida desde el punto de vista estructural y fácilmente legible desde el punto de vista arquitectónico.
El muro perimetral y la zona del ábside
Con la misma filosofía, la de dejar evidente la intervención de reconstrucción sin alterar la historicidad del lugar, los arquitectos colman el vacío dejado por el muro perimetral derrumbado con 53 placas de cor-ten colocadas verticalmente. El aire que queda entre las placas permite que el transeúnte vea el interior, especialmente por la noche, cuando la iluminación está encendida y las placas se pueden leer a contraluz.
Algunas placas de cor-ten han sido dobladas para simbolizar el sufrimiento de la guerra; también en el interior hay una referencia simbólica de este tipo: en la zona del ábside, igualmente reconstruida como un bastidor escénico de cor-ten, hay un largo tragaluz vertical que se vuelve dramático por la luz y que resalta su espesor interno.
Luz en plein air
Y es precisamente la luz la que devuelve este lugar a la historia de Marsala a finales de 2020. La iluminación es el aliento que devuelve la vida a esta estructura, en una nueva forma: en plein air.
La luz cálida de 3000K y la óptica elíptica de los perfiles lineales que siguen la pared exterior exaltan los restos del enlucido heterogéneo. Al mismo tiempo, en el interior, el efecto a ras de las ópticas estrechas acentúan las parástades parcialmente reconstruidas, a las cornisas y a los arcos.
La elección de proyectores montados en postes de cor-ten refuerza el nuevo aspecto urbano de la exiglesia de San Giovannello: un interior que se ha vuelto externo, una herida urbana de la que los arquitectos Nuzzo han cuidado y sobre la cual se puede construir un nuevo proyecto cultural en Marsala, que difunde la memoria histórica en ese abrazo entre la piedra y el metal del portal.
La luz suave y amplia de los proyectores ilumina el ambiente y lo prepara para acoger a las personas que formarán parte de las nuevas ocasiones culturales. La misma luz que se filtra a través de las placas cor-ten actúa como una invitación a los transeúntes que espían en el interior.
En el arco, todavía se pueden ver los números rojos en los frisos, Giovanni y Domenico han decidido dejarlos ahí, como evidencia del trabajo iniciado por Mimì.